EL
MONSTRUO QUE USTEDES CREARON
Cecilia Orozco Tascón
Ahí lo tienen: ese es el
Frankenstein que el establecimiento creó y del que ahora, hipócritamente, se
sorprende mientras en privado lo felicita.
Por: Cecilia Orozco Tascón
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El procurador actual es un
monstruo que, similar al protagonista de la novela de terror de 1800, desafía
el poder de Dios y, cómo no, el del pueblo soberano. Incluso Petro depositó su
voto indoctrinado por este representante del oscurantismo que resurge en pleno
siglo XXI. Al alcalde debe estarle sabiendo a cacho su pragmatismo que lo hizo
apoyar a Ordóñez candidato. Ese pragmatismo que también lo condujo a separarse
del Polo para brillar él solo y para tratar de hacer alianzas con el entonces
presidente Uribe o para intentar copiar, malamente, el “acuerdo sobre lo
fundamental” de Álvaro Gómez Hurtado. ¡Qué sancocho ideológico el de nuestro
burgomaestre destituido!
Pero esta columna no trata
sobre las incoherencias de Petro, ahora virado de nuevo hacia una especie de
extrema izquierda para insubordinar a los beneficiarios de sus programas y
sostenerse, por esa vía no jurídica, en el palacio Liévano. Mucho más
importante que el estudio del perfil psicológico del aún mandatario, es el
análisis del confuso momento que se presenta con su separación definitiva del
cargo, toda vez que él es el alcalde más influyente del país. Es relevante, en
cambio, que nos centremos en su juez omnipotente, en las excesivas facultades
que la Constitución y el Código Disciplinario Único le cedieron a este, y en
los fallos que hasta en la Corte Constitucional le dieron soporte legal. En el
artículo 277, punto 6 de la Carta, que se refiere a una de las facultades del
procurador, se dice que él puede “ejercer vigilancia de la conducta oficial de
quienes desempeñen funciones públicas, inclusive las de elección popular” y
que, así mismo puede “adelantar las investigaciones e imponer las sanciones...”
a que haya lugar. En el artículo 278 se establece que debe “desvincular del
cargo” a quien incurra en cuatro faltas: infringir la Constitución o la ley,
derivar provecho patrimonial indebido de su cargo, obstaculizar procesos, ser
negligente en la aplicación de sanciones a sus empleados o en la denuncia de
hechos delictivos. Ninguna aplica a Petro, salvo que quien examine el caso del
modelo de recolección de las basuras aunque este haya sido desastroso, quiera
ajustar esas causales para fregarlo. Los abogados resabiados saben que las
interpretaciones jurídicas dan para lo que se requiera. Y Ordóñez es profesor
en ese acomodamiento tanto para condenar a un ‘no culpable’ como para premiar a
un bandido.
El procurador saca pecho con
los 800 mandatarios despojados por él, como si la cantidad les diera,
automáticamente, carácter de legalidad a sus actos. Claro, hay otra cuenta que
no hace: la de aquellos que salva con sus omisiones o conceptos, entre estos,
el grupo de parapolíticos y el de magistrados a los que no solo les da burocracia
para sus familiares y novias sino a quienes les tira salvavidas, como el del
apoyo a la elección de las bellezas de Ricaurte y Munar en el Consejo de la
Judicatura, adonde llegaron con los votos de los togados que ambos eligieron
meses antes. Así de elástica es la moral del dios Ordóñez: estrecha para juzgar
al alcalde de Bogotá por un acto de gobierno; a Piedad Córdoba, sancionada con
una prueba inválida; al alcalde Alonso Salazar de Medellín por supuesta
participación en política, cuando el propio procurador hace lo que le da gana
en esa materia. Esperemos a que cometa el error de bajar su hacha contra uno de
la derecha, si es que llega a esa torpeza, para saber si los que lo aúpan
continúan aplaudiéndolo o si, cuando se sientan afectados, gritarán contra él,
llamándolo por su nombre: frankenstein.
TAGS: Procurador Alejandro
Ordóñez D