KANT
El
encuentro de Kant con Rousseau
Pese a las apariencias y
prejuicios que atribuyen a Kant al haber estado aislado del pensamiento y
realidades de su época, el presente ensayo demuestra que “KANT estaba muy
abierto a la discusión filosófica de su tiempo, tanto sobre los fundamentos del
conocimiento como de la moralidad. Leía con detenimiento a Rousseau
directamente del francés” como se aprecia a continuación.
“sin
el entusiasmo jamás se ha conseguido nada grande en el mundo”. Kant
(1724-1804).
Cuando Kant tenía cuarenta
años publicó dos ensayos cortos donde puede apreciarse el influjo decisivo que
para él tuvo la lectura de Rousseau, en el mismo momento en que planeaba su
problema filosófico central concerniente a los fundamentos racionales de la
moral.
Tales ensayos son:
observaciones acerca del sentimiento de lo bello y lo sublime y Ensayo sobre
las enfermedades de la cabeza, ambos publicados en 1764. Tanto el estilo
crítico y la belleza de la estructura como los temas y los problemas allí planteados
están directamente influenciados por Rousseau. Cassirer cuenta la anécdota que recuerda
a Kant tan cautivado con la lectura de Emilio de Rousseau, cuando acababa de
aparecer, que renuncio a su paseo vespertino con el asombro de sus vecinos.
Tanto las observaciones como
el ensayo combinan la crítica de la sociedad de su tiempo con la búsqueda de un
principio moral inconfundible por su generalidad y su objetividad. La crítica a
la sociedad llega a ser tan radical que llega a ser tan radical que afirma que
en tal sociedad nadie es tan sensato como aquel que no tiene a los demás por
mejores que él mismo, es decir por tramposos. Pienso que desconocer la problemática
de la época de Kant y desconocer la propiedad de sus observaciones críticas
frente a su propio tiempo, puede conducir a creer que se trata de un idealista
ingenuo o del creador de una fastidiosa jerga ideada para buscar impresionar a
los más crédulos.
Lo cierto es que Kant estaba
muy abierto a la discusión filosófica de su tiempo, tanto sobre los fundamentos
del conocimiento como la moralidad. Leía con detenimiento a Rousseau directamente
en francés y tenía traducciones disponibles de Hume realizadas por su amigo
Hamann. Estaba enteramente consciente de las crisis de los valores morales
ocasionadas por el desarrollo del individualismo moderno heredado de Hobbies y
la tradición empirista. Kant buscaba, inspirado en Rousseau, establecer unos
principios morales universales por encima de las costumbres y de las actitudes
morales movidas por meras inclinaciones psicológicas, como la compasión y la
amabilidad, o movidas por el solo conformismo social, como la búsqueda de
honores y reconocimiento.
Sus análisis de la vanidad consiguen una
penetración comparable a la de La Rochefoucauld, pues llega incluso a
considerar que se trata de una verdadera perturbación o de un trastorno del
entendimiento consiste en el delirio, pues “de la conducta de los otros, que le
miran atónitos con gesto burlón, el vanidoso concluye que le admiran”.
Es cierto que desde el
comienzo de Kant distingue muy bien el plano de la descripción y el plano de la
normalidad, incluso acepta la descripción hobbesiana del hombre movido por el
egoísmo y el deseo de honores es en cierta forma un complemento de la virtud,
aunque quien está movido de esta manera no actúa moralmente, sino por
conveniencia.
Es desesperante el cuidado
con el que Kant busca distinguir los diferentes motivos morales, para establecer
el motivo más puro, el cual corresponde a la verdadera virtud o a la auténtica moralidad. la dilucidación que
él realiza de lo bello y lo sublime busca aclarar la jerarquía que existe entre
las diferentes actitudes o motivaciones morales: “entre las cualidades morales,
sólo es sublime la virtud verdadera”, pero la virtud verdadera está movida por
los principios “que cuando más generales sean, tanto es más sublime y más noble”.
Escribe en sus Observaciones.
Rousseau
y Newton
“Newton advirtió por
vez primera orden y regularidad, unidos
A una gran sencillez,
allí donde antes no se hallaba sino el
Caos y la diversidad,
discurriendo desde entonces los cometas
En trayectorias geométricas.
Rousseau descubrió por primera
Vez bajo la
diversidad de las configuraciones humanas adoptadas
La naturaleza
profundamente escondida del hombre y la ley oculta,
Merced a la cual
queda justificada la providencia de acuerdo con sus
Observaciones”.
Kant.
Cualquiera podría extrañarse
al encontrar tal defensa de la moral en la época moderna, cuando la razón se
identifica con el solo cálculo de conveniencias, tal como la entendía Hobbes. Es
cierto, un lado de la razón es su capacidad instrumental de ajustar medios a
fines y de encontrar los caminos más convenientes para los propósitos
subjetivos. Pero el otro lado de la razón corresponde a la conciencia moral, es
decir a la capacidad de justificar los propios actos frente a exigencias
objetivas que construyen verdaderas obligaciones morales y jurídicas.
Sobre los principios
morales, Kant escribe en sus observaciones lo siguiente: “Estos principios no
son reglas especulativas, sino la conciencia de un sentimiento que vive en todo
pecho humano y que es mucho más amplio que los fundamentos peculiares de la
compasión y de la amabilidad. Creo que puede resumirse diciendo que es el
sentimiento de la belleza y de la dignidad de la naturaleza humana”.
Es sorprendente encontrar
veinte años antes de la fundamentación de la metafísica de las costumbres, su
obra ética más celebres, el planteamiento del problema central bajo el influjo
de Rousseau, quien había escrito en su Emilio (1762): “justicia y bondad no son
solo palabras abstractas, puros seres morales formados por el entendimiento,
sino verdaderas afecciones esclarecidas por la razón”.
El sentimiento moral de
Rousseau y Kant corresponde a la conciencia moral, la cual no tiene un carácter
psicológico sino que contiene un principio y la certeza de un juicio de valor
sobre la dignidad de la naturaleza
humana, dignidad que está basada en el carácter activo propio del sujeto moral.
El sentimiento moral es un sentimiento de la propia actividad de la voluntad,
la cual se confunde con la autodeterminación o con la libertad, que es el valor
moral más alto de la ética kantiana.
Tres años después de
publicadas la Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, Kant
escribió casi doscientas páginas de anotaciones (1767) en su propio ejemplar de
la mencionadas Observaciones de 1764, allí se encuentra la mayor parte de sus
reflexiones sobre Rousseau y muchas precisiones que aclaran el sentido de los
términos empleados en sus primeros escritos, veamos: “ El sentimiento de placer
o de displacer se refiere a aquello delante de lo cual somos pasivos a nosotros
mismos en tanto que principio activo, dada la libertad para el bien y el mal. Este
segundo caso es el sentimiento moral”.
Habría en nosotros, según
Kant, una sensibilidad física, la cual se hace patente por nuestra pasividad
frente a las impresiones sensibles y las inclinaciones. Y habría una
sensibilidad moral que corresponde a la actividad de la voluntad o a la
libertad de la voluntad, que es eso de lo cual tenemos un sentimiento moral, el
cual conduce a la idea de la dignidad de
la naturaleza humana. O a la idea
de la humanidad, la cual es digna de respeto y va a aparecer en la formulación del
imperativo categórico. Es con base en la dignidad o en la estructura moral del
hombre considerado como sujeto autónomo, capaz de motivos verdaderamente
morales que se establece el mandato o la obligación de no tratar a los demás
como medios para mis propios fines, sino de considerarlos como fines en sí mismos.
Se trata de una dignidad
igualitaria, que en principio se le reconoce a toda persona. Pero ese respeto
se puede perder cuando uno infringe esa obligación, acudiendo a la instrumentalización
de los demás a a su discriminación. Esa infracción del valor de la dignidad a
de la igualdad de dignidad que a todos nos corresponde, produce la indignación
frente a una actividad que es
considerada detestable.
Ese es el sentido preciso de
la alusión de Kant a Rousseau en el mencionado ensayo: “A quien por un
sentimiento moral, se enardece más de lo que otros pueden imaginarse según sus
sentimientos lánguidos y a menudo innobles, ellos lo consideran como un fantaseador.
Esta apariencia ambigua es sentimiento en sí buenos y morales es el entusiasmo,
y sin él jamás se ha de conseguido nada
grande en el mundo”.
En las obras mayores de los
años ochenta, Kant va a emplear una terminología filosófica más técnica y en
ocasiones más abstractas, lo cual le va a ocasionar grandes problemas a su
formalismo ético. Afortunadamente él va a retomar sus escritos precríticos de antropología
y filosofía moral y va a reconsiderar su formalismo, cuando acepte que la moral
no se puede resolver en una fórmula que comprima las exigencias de la razón
pura, porque la libertad entraña elección y decisión, la razón por la cual va a
distinguir entre voluntad y libre arbitrio.
Ni Kant ni Rousseau eran tan
ingenuos cuando destacaron la capacidad moral que existe en los seres humanos. Ellos
se dieron cuenta que a todos nos agrada que sean los otros quienes cumplan las
leyes, para poder hacer la excepción consigo mismo en casos de necesidad. Lo cierto
es que dilucidamos unos valores que se pueden exigir a los demás, a pesar del
materialismo chato propio de la época moderna.
El
influjo de Rousseau
“soy por inclinación
un investigador. Siento toda la sed del conocimiento
Y la sed del
conocimiento y al inquietud ávida de progresar en él, así
Como la satisfacción
por cada conquista. Hubo un tiempo en que
Creí que sólo eso
podría constituir el honor de la humanidad
Y desperdicié el
vulgo ignorante. Rousseau me ha vuelto al camino Recto.
Desaparece la
ofuscación que daba origen a esa
Preferencia, aprendo
a honrar a los hombres y me sentiría más útil
Que el trabajador
común, si o creyera que mi tarea puede aportar
A todas las demás un
valor, el cual promover los derechos
De la humanidad”.
Kant.
·
Iván Darío Arango.
Universidad de Antioquia
“Enigma del espíritu moderno”.