El término
"calidad de vida" empieza a utilizarse entrados los años sesenta,
pero principalmente a partir de los setenta como una reacción a los criterios
economicistas y de cantidad que rigen en los llamados "informes
sociales", "contabilidad social", o estudios de nivel de vida.
De hecho la OCDE establece por primera vez en 1970, la necesidad de insistir en
que el crecimiento económico no es una finalidad en sí mismo, sino un
instrumento para crear mejores condiciones de vida, por lo que se han de enfatizar
sus aspectos de calidad.
La calidad de vida,
como concepto, es de definición imprecisa y la mayoría de Investigadores que
han trabajado en él, están de acuerdo en que no existe una teoría única que
defina y explique el fenómeno. El término "calidad de vida" pertenece
a un universo ideológico y no tiene sentido si no es en relación con un sistema
de valores.
"Calidad de vida"
-y los términos que le han precedido en su genealogía ideológica- remiten a una
evaluación de la experiencia que de su propia vida tienen los sujetos. Tal
"evaluación" no es un acto de razón, sino más bien un sentimiento. Lo
que mejor designa la "calidad de vida" es la "calidad de la
vivencia que de la vida tienen los sujetos".
Analizar la "calidad de
vida" de una sociedad significa analizar las experiencias subjetivas de
los individuos que la integran y que tienen de su existencia en la mencionada
sociedad. Exige, en consecuencia, conocer cómo viven los sujetos, sus
condiciones objetivas de existencia y qué expectativas de transformación de
estas condiciones desean, y evaluar el grado de satisfacción que se consigue.
Así la mayoría de autores
conciben la calidad de vida como una construcción compleja y multifactorial
sobre la que pueden desarrollarse algunas formas de medida objetivas a través
de una serie de indicadores, pero donde tiene un importante peso específico la
vivencia que el sujeto pueda tener de sí mismo.
Levi y Anderson (1980)
señalan que, un alto nivel de vida objetivo (ya sea por los recursos económicos, el hábitat, el nivel asistencial
o el tiempo libre), puede ir acompañado de un alto índice de satisfacción
individual, bienestar o calidad de vida. Pero esta concordancia no es
biunívoca. Para ellos, "por encima de un nivel de vida mínimo, el
determinante de la calidad de vida individual es el "ajuste" o la
"coincidencia" entre las características de la situación (de
existencia y oportunidades) y las expectativas, capacidades y necesidades del
individuo, tal y como él mismo las percibe.
Llevando al extremo este razonamiento,
podemos entender que la máxima expresión de la calidad de vida es la que se da
en una situación de equilibrio ecológico perfecto, tanto en lo biótico y de
entorno, como en lo social, cultural y mitológico, es decir, aquel paraíso
perdido, antes de la ruptura ecológica de Eva y la manzana.
Esto nos situaría
la calidad de vida en términos absolutos, como un mito inalcanzable. Pero no
olvidemos el componente vivencial subjetivo de la realidad. En cualquier caso
queda en el haber de nuestro desarrollo conceptual, a partir de esta primera
reflexión exegética, el aspecto de equilibrio ecológico, o en otros términos,
de calidad ambiental, como un componente fundamental que aglutina un buen
número de los posibles indicadores antes enunciados.
Pero además, en la
valoración de este componente subjetivo esencial, entran en juego una serie de
elementos en principio relacionados con las necesidades del individuo, pero que
van tomando, cada vez más, un matiz social y comunitario. Hablar de calidad de
vida como una referencia compleja al bienestar, nos acerca indefectiblemente a
la misma definición de salud que la OMS ha propuesto: "No sólo la ausencia
de enfermedad o padecimiento, sino también el estado de bienestar físico,
mental y social".
Todo ello nos lleva a poder
conceptuar la noción de calidad de vida como una adaptación entre las
características de la situación de la realidad y las expectativas, capacidades
y necesidades del individuo tal como las percibe él mismo y el grupo social.
Para analizar la calidad de vida de una sociedad se debe considerar
imprescindible el establecimiento de un estándar colectivo, que únicamente es
válido para el momento y contexto específico de su establecimiento.
Queda, no obstante un
aspecto fundamental a considerar y es el proceso relacional dinámico entre los
conceptos referidos y la realidad urbana y social, que afectará profundamente
el nivel de satisfacción que de ella se tenga. Por eso, la noción de
"apropiación" referida tanto al espacio, los bienes, los recursos y
los hechos sociales, se nos muestra clarificadora, en cuanto que permite
relacionar el objeto en sí, la imagen y la identificación en un profundo y
dinámico proceso que afectará tanto lo cognitivo, lo afectivo, lo funcional,
como lo satisfactorio en un proceso de retroalimentación constante.
M.J. Chombart de Lauwe
(1978) da una definición clara de apropiación, que se relaciona con el espacio,
pero que es extensible a todas las facetas antes mencionadas. "Apropiarse
de un lugar -dirá- no es únicamente hacer de él una utilización reconocida, es
establecer con él una relación, integrarlo a las vivencias propias, enraizarse,
dejar en él la huella propia y convertirse en actor de su propia
transformación".
En los trabajos
desarrollados en este ámbito, se ha podido constatar cómo los porcentajes de
satisfacción más altos aparecen precisamente en los aspectos donde los sujetos
tienen un nivel de apropiación más elevado, ya sea por la convergencia de
imagen y gestión (es el caso de la valoración de la vivienda) o de imagen e
identificación (caso de la ciudad global, como imagen y símbolo de una parte
propia de su identidad). En los dos casos los porcentajes que acontecen se
vuelven más críticos cuando se pasa al nivel del análisis funcional en aspectos
concretos.
Sintetizando,
analizar la calidad de vida en la ciudad requiere una postura ideológica de
partida, que llevará a una valoración del contexto de la salud, en su aspecto
comunitario, médico y asistencial, y en su aspecto de calidad; de la
interacción social, en el contexto ambiental y económico en cuanto a la
disponibilidad y calidad de los recursos dentro de un equilibrio que supera lo
meramente ecológico (pero que lo incluye). Ello en relación a las expectativas
comunitarias, pero sin olvidar que estas expectativas vienen conformadas por un
marco ideológico referente o dominante. Razonamiento que sitúa al problema
fuera de un planteamiento exclusivamente tecnocrático.
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