viernes, 27 de septiembre de 2013




KANT

El encuentro de Kant con Rousseau

Pese a las apariencias y prejuicios que atribuyen a Kant al haber estado aislado del pensamiento y realidades de su época, el presente ensayo demuestra que “KANT estaba muy abierto a la discusión filosófica de su tiempo, tanto sobre los fundamentos del conocimiento como de la moralidad. Leía con detenimiento a Rousseau directamente del francés” como se aprecia a continuación.

“sin el entusiasmo jamás se ha conseguido nada grande en el mundo”. Kant (1724-1804).

Cuando Kant tenía cuarenta años publicó dos ensayos cortos donde puede apreciarse el influjo decisivo que para él tuvo la lectura de Rousseau, en el mismo momento en que planeaba su problema filosófico central concerniente a los fundamentos racionales de la moral.

Tales ensayos son: observaciones acerca del sentimiento de lo bello y lo sublime y Ensayo sobre las enfermedades de la cabeza, ambos publicados en 1764. Tanto el estilo crítico y la belleza de la estructura como los temas y los problemas allí planteados están directamente influenciados por Rousseau. Cassirer cuenta la anécdota que recuerda a Kant tan cautivado con la lectura de Emilio de Rousseau, cuando acababa de aparecer, que renuncio a su paseo vespertino con el asombro de sus vecinos.

Tanto las observaciones como el ensayo combinan la crítica de la sociedad de su tiempo con la búsqueda de un principio moral inconfundible por su generalidad y su objetividad. La crítica a la sociedad llega a ser tan radical que llega a ser tan radical que afirma que en tal sociedad nadie es tan sensato como aquel que no tiene a los demás por mejores que él mismo, es decir por tramposos. Pienso que desconocer la problemática de la época de Kant y desconocer la propiedad de sus observaciones críticas frente a su propio tiempo, puede conducir a creer que se trata de un idealista ingenuo o del creador de una fastidiosa jerga ideada para buscar impresionar a los más crédulos.

Lo cierto es que Kant estaba muy abierto a la discusión filosófica de su tiempo, tanto sobre los fundamentos del conocimiento como la moralidad. Leía con detenimiento a Rousseau directamente en francés y tenía traducciones disponibles de Hume realizadas por su amigo Hamann. Estaba enteramente consciente de las crisis de los valores morales ocasionadas por el desarrollo del individualismo moderno heredado de Hobbies y la tradición empirista. Kant buscaba, inspirado en Rousseau, establecer unos principios morales universales por encima de las costumbres y de las actitudes morales movidas por meras inclinaciones psicológicas, como la compasión y la amabilidad, o movidas por el solo conformismo social, como la búsqueda de honores y reconocimiento.

Sus  análisis de la vanidad consiguen una penetración comparable a la de La Rochefoucauld, pues llega incluso a considerar que se trata de una verdadera perturbación o de un trastorno del entendimiento consiste en el delirio, pues “de la conducta de los otros, que le miran atónitos con gesto burlón, el vanidoso concluye que le admiran”.

Es cierto que desde el comienzo de Kant distingue muy bien el plano de la descripción y el plano de la normalidad, incluso acepta la descripción hobbesiana del hombre movido por el egoísmo y el deseo de honores es en cierta forma un complemento de la virtud, aunque quien está movido de esta manera no actúa moralmente, sino por conveniencia.

Es desesperante el cuidado con el que Kant busca distinguir los diferentes motivos morales, para establecer el motivo más puro, el cual corresponde a la verdadera virtud o  a la auténtica moralidad. la dilucidación que él realiza de lo bello y lo sublime busca aclarar la jerarquía que existe entre las diferentes actitudes o motivaciones morales: “entre las cualidades morales, sólo es sublime la virtud verdadera”, pero la virtud verdadera está movida por los principios “que cuando más generales sean, tanto es más sublime y más noble”. Escribe en sus Observaciones.

Rousseau y Newton
“Newton advirtió por vez primera orden y regularidad, unidos
A una gran sencillez, allí donde antes no se hallaba sino el
Caos y la diversidad, discurriendo desde entonces los cometas
En trayectorias geométricas. Rousseau descubrió por primera
Vez bajo la diversidad de las configuraciones humanas adoptadas
La naturaleza profundamente escondida del hombre y la ley oculta,
Merced a la cual queda justificada la providencia de acuerdo con sus
Observaciones”.
Kant.

Cualquiera podría extrañarse al encontrar tal defensa de la moral en la época moderna, cuando la razón se identifica con el solo cálculo de conveniencias, tal como la entendía Hobbes. Es cierto, un lado de la razón es su capacidad instrumental de ajustar medios a fines y de encontrar los caminos más convenientes para los propósitos subjetivos. Pero el otro lado de la razón corresponde a la conciencia moral, es decir a la capacidad de justificar los propios actos frente a exigencias objetivas que construyen verdaderas obligaciones morales y jurídicas.

Sobre los principios morales, Kant escribe en sus observaciones lo siguiente: “Estos principios no son reglas especulativas, sino la conciencia de un sentimiento que vive en todo pecho humano y que es mucho más amplio que los fundamentos peculiares de la compasión y de la amabilidad. Creo que puede resumirse diciendo que es el sentimiento de la belleza y de la dignidad de la naturaleza humana”.

Es sorprendente encontrar veinte años antes de la fundamentación de la metafísica de las costumbres, su obra ética más celebres, el planteamiento del problema central bajo el influjo de Rousseau, quien había escrito en su Emilio (1762): “justicia y bondad no son solo palabras abstractas, puros seres morales formados por el entendimiento, sino verdaderas afecciones esclarecidas por la razón”.

El sentimiento moral de Rousseau y Kant corresponde a la conciencia moral, la cual no tiene un carácter psicológico sino que contiene un principio y la certeza de un juicio de valor sobre  la dignidad de la naturaleza humana, dignidad que está basada en el carácter activo propio del sujeto moral. El sentimiento moral es un sentimiento de la propia actividad de la voluntad, la cual se confunde con la autodeterminación o con la libertad, que es el valor moral más alto de la ética kantiana.

Tres años después de publicadas la Observaciones sobre el sentimiento de lo bello y lo sublime, Kant escribió casi doscientas páginas de anotaciones (1767) en su propio ejemplar de la mencionadas Observaciones de 1764, allí se encuentra la mayor parte de sus reflexiones sobre Rousseau y muchas precisiones que aclaran el sentido de los términos empleados en sus primeros escritos, veamos: “ El sentimiento de placer o de displacer se refiere a aquello delante de lo cual somos pasivos a nosotros mismos en tanto que principio activo, dada la libertad para el bien y el mal. Este segundo caso es el sentimiento moral”.

Habría en nosotros, según Kant, una sensibilidad física, la cual se hace patente por nuestra pasividad frente a las impresiones sensibles y las inclinaciones. Y habría una sensibilidad moral que corresponde a la actividad de la voluntad o a la libertad de la voluntad, que es eso de lo cual tenemos un sentimiento moral, el cual conduce a la idea de la dignidad de  la naturaleza humana. O  a la idea de la humanidad, la cual es digna de respeto y va a aparecer en la formulación del imperativo categórico. Es con base en la dignidad o en la estructura moral del hombre considerado como sujeto autónomo, capaz de motivos verdaderamente morales que se establece el mandato o la obligación de no tratar a los demás como medios para mis propios fines, sino de considerarlos como fines en sí mismos.

Se trata de una dignidad igualitaria, que en principio se le reconoce a toda persona. Pero ese respeto se puede perder cuando uno infringe esa obligación, acudiendo a la instrumentalización de los demás a a su discriminación. Esa infracción del valor de la dignidad a de la igualdad de dignidad que a todos nos corresponde, produce la indignación frente  a una actividad que es considerada detestable.

Ese es el sentido preciso de la alusión de Kant a Rousseau en el mencionado ensayo: “A quien por un sentimiento moral, se enardece más de lo que otros pueden imaginarse según sus sentimientos lánguidos y a menudo innobles, ellos lo consideran como un fantaseador. Esta apariencia ambigua es sentimiento en sí buenos y morales es el entusiasmo, y sin él jamás se ha de conseguido nada  grande en el mundo”.

En las obras mayores de los años ochenta, Kant va a emplear una terminología filosófica más técnica y en ocasiones más abstractas, lo cual le va a ocasionar grandes problemas a su formalismo ético. Afortunadamente él va a retomar sus escritos precríticos de antropología y filosofía moral y va a reconsiderar su formalismo, cuando acepte que la moral no se puede resolver en una fórmula que comprima las exigencias de la razón pura, porque la libertad entraña elección y decisión, la razón por la cual va a distinguir entre voluntad y libre arbitrio.

Ni Kant ni Rousseau eran tan ingenuos cuando destacaron la capacidad moral que existe en los seres humanos. Ellos se dieron cuenta que a todos nos agrada que sean los otros quienes cumplan las leyes, para poder hacer la excepción consigo mismo en casos de necesidad. Lo cierto es que dilucidamos unos valores que se pueden exigir a los demás, a pesar del materialismo chato propio de la época moderna.


El influjo de Rousseau
“soy por inclinación un investigador. Siento toda la sed del conocimiento
Y la sed del conocimiento y al inquietud ávida de progresar en él, así
Como la satisfacción por cada conquista. Hubo un tiempo en que
Creí que sólo eso podría constituir el honor de la humanidad
Y desperdicié el vulgo ignorante. Rousseau me ha vuelto al camino Recto.
Desaparece la ofuscación que daba origen a esa
Preferencia, aprendo a honrar a los hombres y me sentiría más útil
Que el trabajador común, si o creyera que mi tarea puede aportar
A todas las demás un valor, el cual promover los derechos
De la humanidad”.
Kant.

·         Iván Darío Arango.
Universidad de Antioquia
“Enigma del espíritu moderno”.

  










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