LO
QUE NO PUEDE HACER UN LÍDER
Un líder no puede pretender
ser el mejor en todo, dar bandazos en las órdenes, buscar apenas el
reconocimiento, traicionar a su gente, tener favoritismos, evadir las
sugerencias de sus colaboradores, ser agresivo en la maneras, débil de carácter
ni falso en su proceder.
Pretender
ser el mejor en todo
Querer apoyarse, a toda
costa, en saber más que nadie, en todas las materias y cuestiones, incluidas
todas las tareas manuales. Esto puede llegar al absurdo, por ejemplo, de tratar
de ser el mejor carretillero de los almacenes, corriendo por los pasillos de
estos, a bordo de una carretilla eléctrica, tratando de impresionar al personal
con la habilidad para manejar cargas o la rapidez de movimientos. O tratar de
ser el más rápido y el primero en subir el tejado del edificio por unas
estrechas y peligrosas escaleras exteriores, para buscar el origen de un
problema allá arribe. O da lecciones de mejor soldador en la empresa. Son
simples ejemplos de estar fuera del tiesto como suele decirse. Cada cual ha de
dominar lo suyo, pero no se exige al gerente-líder que sea el mejor en todo de
la empresa. Esto es, sencillamente imposible. Será un Superman y esto sólo
existe en el cine.
Dar
bandazos en las órdenes
Una de las cosas que más deteriora
la confianza del personal es la arbitrariedad o la falta de criterio en las
órdenes. Ser una persona que hace y deshace, que se desdice, que tiene un
criterio errático es síntoma de poco equilibrio interior, inmadurez o
inseguridad. En el peor de los supuestos, de obrar haciendo diferencias entre
unos y otros. Cualquiera de estos casos juega en contra del aspirante a líder.
Buscar
solamente el reconocimiento
Todos hemos conocido una
especie bastante abundante, tanto en las grandes pirámides organizativas de las
empresas como en las pequeñas estructuras de personal de la Pymes. Es el jefe
que trata, continuamente, de ganarse el favor de quien tiene por arriba. Lo
hace para medrar más o para permanecer en su cargo actual. Sea como sea, suele apretar las tuercas a los suyos y
ponerse todas las medallas posibles. Comete un craso error de principiante:
suponer que los demás son tontos e ingenuos y que nadie se entera de su forma
de actuar. Lo increíble es que esta especie abunde tanto y prolifere por doquier.
En cuanto su estrategia es descubierta, no tienen nada que hacer para ser ni se
lejos líderes, por mucho que ejerza su jefatura.
Traicionar
a su gente
Este es un caso de los más
lamentables. Es el de aquellos que tratan de ganarse a su gente, mandos
intermedios y trabajadores, se ganan su confianza y hasta pueden tener prestigio
ante ellos. Pero, un buen día, le dan la espalda y los venden por cualquier cosa:
un puesto más alto, el reconocimiento de su superior, sus intereses personales
o lo que sea. Por un simple plato de lentejas. Y les traicionan. Traicionan los
intereses del grupo a su cargo en una u otra forma. Se pone, entonces, de
manifiesto que han abusado de la confianza en ellos depositada, que no han sido
leales con su gente, que han instrumentalizado su amistad, su colaboración y su
trabajo.
No
defender los derechos de su grupo
Otro caso es el de aquellos
jefes que jamás defienden los intereses de sus trabajadores. Exigen el
cumplimiento de todos los deberes, buscan la máxima intensidad en la aportación
en el trabajo de sus empleados y en entrega a la causa de la empresa. Pero no
apoyan las peticiones, deseos, necesidades o requerimientos de estos. Tienen
miedo a dar, antes sus superiores una imagen de blandos o de no defender bien
los intereses de la empresa. El tema puede llegar a ser sibilino y el
interesado creer que se juega su puesto si da la cara por su gente. No será,
entonces, nunca un líder. Y que conste, que esto no quiere decir que cada jefe
haya de aceptar por sistema todos los deseos e interese de su personal. Nos
referimos a cuestiones razonables lógicas, aunque a veces puedan resultar
molestas para un jefe.
Excesivos
favoritismos entre su gente
Volvemos a las
arbitrariedades, pero ahora de conducta, no de criterios. Hay jefes, todos los
hemos conocido, que hacen distinciones en el trato y en la consideración, en la
confianza y en la delegación, entre unos y otros de sus subordinados, sin otro
fundamento que sus simpatías personales o sus intenciones e intereses. Y así
cometen fuertes injusticias, a la vez que erosionan su prestigio en la empresa.
Este tipo de jefes actúa así, en muchas ocasiones, para frenar el paso a los
que valen o intuyen que valen o para rodearse de aduladores o ineptos. Con
frecuencia, es un recurso del mediocre o del que no duerme pensando que cada
mañana puede encontrar su silla ocupada por otros. Un gerente o directivo que
siga estas pautas de actuación jamás logrará, por mucho que lo intente y busque
apoyos de sus protegidos o favorecidos, ser un líder.
No
considerar las sugerencias de los colaboradores
Con mucha frecuencia, los
mandos intermedios y los trabajadores tienen idea y planean iniciativas a sus
jefes que pueden ser interesantes, al menos para considerarlas. Dar cauce a
esto es una forma de favorecer la participación y la motivación del personal.
En aquellos casos, en que el jefe desoiga por completo iniciativas y
sugerencias, por sistema o por desconsideración hacia quien las hace, está
minando esa participación y motivación. Y pierde la oportunidad de favorecer
sus posibilidades de liderazgo al despreciar esas ayudas que la ofrecen sus
colaboradores. Se entiende siempre, salvando el análisis de la viabilidad y
conveniencia de esas aportaciones del personal.
Ser
brusco y agresivo en sus maneras
Hay jefes que conviven con
un carácter y unos modos de comportamientos y de palabras bruscas y
desagradables. Parece que siempre viven en el enfado y e malhumor. Con
frecuencia son agresivos ante sus empleados e incluso ante sus colaboradores,
sean estos unos mandos intermedios o una secretaria. Estos defectos, siempre
graves en una jefatura y en una dirección de personas, es una rémora para llegar a ser líderes. El que no supera o
no quiere modificar sus hábitos y sus formas nunca contará con madera de líder.
No
querer saber nada de los problemas personales de sus subordinados
Los empleados y trabajadores
de cualquier empresa son personas, seres humanos. Nos haría falta mencionar
esta simpleza, pero existe jefes que quieren que su gente cumpla a rajatabla,
que trabaje, que produzca a cambio de su salario y de su puesto de trabajo. Y
punto. Nada más. No les interesa lo que pueda ocurrir en la vida de cada uno de
sus subordinados. Es su problema. Y esto podría ser así, si se tratase de
máquinas o seres inanimados. Pero no es el caso. La gente tiene problemas en sí
mismos o en su entorno familiar. Y los sufre. Y ah de convivir con ellos en su
trabajo, por lo general, en forma temporal. Estos problemas piden, en muchas
ocasiones tenerse en cuenta a la hora de una exigencia, de un trabajo o de una
reunión en la empresa. Un jefe sensato, que no ha de ser un consejero
sentimental, familiar ni médico, por supuesto, sí debería de tener en
consideración esas cosas, más o menos graves, que de vez en cuando les suceden
a la gente. No hacerlo es perder posibilidades de liderazgo.
Ser
falso y poco leal
Estos comportamientos de
poca lealtad y falsedad ante los subordinados, conllevan la ventaja de que se
ven enseguida. Esas actuaciones llevan una etiqueta propia y todo el mundo las
ve y se percata de ellas. Sobra decir que matan por completo toda posibilidad
de ser líderes.
Ser
blando de carácter
Ser pusilánime, blando de
carácter y de temple, es un mal material para hacer un líder. No servirá para
mandar, ni para dirigir o dar órdenes, ni para tomar decisiones importantes. No
dominará ni al personal ni a las circunstancias. No vale para ser un líder
quien será o actúe así.
No
ir por delante cuando hace falta
Es connatural a un líder ir
por delante de su grupo. Marcar el paso y el rumbo. Tomar las decisiones y
llevar a su gente a mantenerlo. Hay jefes que se esconden en los momentos
importantes o trascendentes. Que no se atreven con las decisiones, incluso de
la vida diaria de la empresa y menos con las arriesgadas. Que dejan que otros
las tomen y observan si el barco sigue navegando. Vamos,, si las cosas se hacen
solas, sin esfuerzo. Un gerente o directivo al que su personal no vea que va
por delante no logrará nunca liderarlo, aunque siga mandando.
Puentear
a sus mandos intermedios
Pésima costumbre y muy mala
forma de moverse por la empresa. Si bien es loable que un jefe no viva
encerrado en su despacho u oficina, si salir al exterior enterarse de lo que
pasa, debe de evitar puentear a sus mandos sino quiere gozar de la animaversión
de estos. Ni de sus desmotivación. Pocas cosas desaniman más a un mando
intermedio, que el que su jefe le salte y trate por sistema con sus propios
subordinados, ignorando su presencia y sus opiniones.
Llamar
la atención del público
Otra cuestión de alta
desmotivación es este supuesto. La mala e incorregible costumbre de llamar la
atención a un empleado, incluso a un mando intermedio, en público. Muchas de
las manías o persecuciones de algunos jefes hacia empleados o colaboradores que
les resultan molestos, antipáticos o que les caen mal derivan en esta dirección
de la bronca delante de otros. La peor situación es cuando ese jefe va rodeado
de la cohorte de sus aduladores que aprueban con su sonrisa o con su gesto
hierático la escena. Sea como sea estas actitudes matan de raíz la posibilidad
de un liderazgo real y auténtico, aunque se sea un reyecillo o el mayor gran
jefe.
No
tener prestigio personal o profesional
Tener y mantener una buena
fama como persona humana, en todos los ámbitos que esto comporta y gozar de un
buen ganado prestigio en la empresa como jefe y como trabajador, como entendido
y como gestor, como referente dentro de la empresa, es imprescindible para ser
un líder, no se concibe a un líder, de escasa talla personal, sin prestigio
entre sus gente, sin nivel. Y ese prestigio se gana con la dedicación y el esfuerzo
y con la conversión en positivo de todos los comportamientos negativos que
hemos reseñado en los puntos anteriores.
(Manuel Díaz Aledo, Gerente
y consultor de “Dual Quality”).
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